En una de esas novelas (Rama II escrita con Gentry Lee) narra la epopeya de unos astronautas que se quedan encerrados en una nave extraterrestre robótica y sin tripulantes cuando se va del sistema solar. (No doy más datos para no reventar la historia). Como es de suponer, no llevan comida ni nada, y su problema es cómo sobrevivir. Explorando la nave llegan a un ordenador donde pueden interactuar con la "inteligencia artificial" que controla todo. Tras mil pruebas, uno de los astronautas consigue que la nave le fabrique un cubo de un material negro. Más adelante consigue que le fabriquen una esfera, y después de mucho esfuerzo consigue fabricar cualquier objeto si logra expresarlo en forma de figuras geométricas sencillas. Más adelante obtiene figuras realizadas con un segundo material, y conforme pasa el tiempo y son capaces de definir moléculas complejas, hacen que les fabriquen hasta comida y bebida.
Cuando lo leí por primera vez (el libro original es de 1989) me pareció que quien tuviera semejante máquina podría hacer lo que quisiera, pero que la máquina en sí debería ser muy compleja (y de hecho es lo que insinúan en el libro) y ser casi del tamaño de una ciudad.
Esta semana me ha tocado interactuar con la versión actual de semejante máquina. No es que sea algo rompedor, porque la tecnología lleva aquí ya unos años, pero ha sido "mi primera vez". Y me he sentido como el astronauta del libro.
De lo que estoy hablando es de las impresoras 3D. He empezado a jugar con ellas y me han enamorado. Hasta ahora mi interacción se había limitado a mandar hacer piezas a un taller. Pero aquí he podido disfrutar (sí, no se puede describir con otra palabra) de todo el proceso. He diseñado la pieza en mi ordenador, utilizando "figuras geométricas sencillas", y luego he ido al taller a imprimirla, y en una hora ¡voilà! ya la tenía en la mano. Mis hijos han alucinado y ya quieren una para casa (tendrá que esperar, porque aún cuestan caras). Pero para el laboratorio cae una fijo. Nos va a independizar de los talleres un montón.
La pieza que he diseñado es un modelo para conducir aire por un conducto, y se basa en un sistema modular. Las imágenes en el ordenador de dos de las piezas son:
Y el resultado impreso ha sido:
donde se ven las dos piezas montadas, y con un tubo conectado (la foto la hice con el móvil, que tiene una cámara muuuuy mala).
Ya sé que no os dirá mucho, probablemente os deje "fríos", pero presonalmente lo que me parece alucinante es la simpleza del proceso, y el mundo de posibilidades que abre. Es exactamente como lo planteaba Arthur C. Clarke, pero en vez de necesitar unas instalaciones enormes, sólo hace falta material que cabe encima de una mesa...
Así a simple vista parece que no es tan prometedor, ¿verdad? Total, un plástico blanco y ya está.
El elemento de partida es un rollo que viene en bobina y que se coloca en un inyector. Resulta que no sólo hay "plástico blanco" (si habláramos de telares o máquinas de coser diríamos "hilo blanco") sino que hay materiales de todos los tipos: todos los colores, que brillan en la oscuridad, solubles en agua u otros materiales, imitando madera, imitando metal, fibra de carbono, conductores de la electricidad, magnéticos,... realmente no hay límites.
Por poner unos ejemplos, se pueden hacer circuitos electrónicos:
Metales (más elaborado):
Casas (sí, habéis leído bien, casas...)
Partes del cuerpo (de momento, poquito, no mucho, pero prometen...)
e incluso hamburguesas!
Vamos, que no hay límites, sólo la imaginación.
Si os ha despertado la curiosidad, podéis visitar la página 3dprintingindustry. Os aseguro que os entretendréis un rato.
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